martes, 15 de septiembre de 2009

Grata sorpresa


Uno de los grandes maestros de la guitarra actuales es, sin duda, Karl Sanders, fuerza creativa de la banda de death metal Nile, a la que aporta, además de su instrumento, el sustento conceptual, debido a su gran interés y consecuente conocimiento acerca de la cultura egipcia, de la que toma su mitología e historia como base, para expresar sus propias preocupaciones místicas y existenciales. Por ello, en sus lanzamientos solistas, Saurian Meditation de 2004 y Saurian Exorcisms de 2009, ha decidido cultivar este interés en un suelo separado del metal.

Quienes hayan escuchado a Nile, habrán notado la utilización de pasajes musicales entre canciones que retoman sonidos de medio oriente; un claro ejemplo de esto es The Infinity of Stone, del álbum 2007 Ithyphallic, una pieza instrumental hecha a base de percusiones y cadencias ceremoniales, sin guitarras eléctricas u otros instrumentos de metal extremo; pues bien, eso es Saurian Exorcisms, un trabajo serio que explora a fondo la música ritual de culturas ancestrales y en el que, a diferencia de los discos de Nile, nunca desemboca en un riff ni revienta con un doble bombo; en ese sentido, no tiene absolutamente ningún interés para el metalero promedio, como no sea ponérselo a algún amigo o conocido suyo que odie el metal para demostrarle que también los músicos que interpretan este género pueden ser muy versátiles. Ciertamente, Sanders hace gala de su gran destreza como multiinstrumentista, tocando todo: guitarras, percusiones, teclados, voces y hasta instrumentos exóticos como baglama saz y glissentar. El único músico invitado es Mike Breazeale, quien se ocupa de algunas partes vocales. Los momentos mejor logrados son en los que llega a destacar alguna guitarra acústica, como en Slavery into Nitokris, Curse the Sun y en especial, en la extraordinaria Contemplate This on the Tree of Woe, temas cuya penumbra se ve iluminada con un poco de melodía.

En la etiqueta adherida a la caja del disco compacto se recomienda el álbum a los seguidores de Dead Can Dance, lo que resulta un arma de doble filo, pues aunque Saurian Exorcisms puede considerarse, en efecto, una obra de música ambiental, jamás llega a resultar tan tedioso como el dueto australiano; si ha de buscarse algún equivalente, sería más adecuado compararlo con el álbum Passion de Peter Gabriel —la banda sonora de La Última Tentación de Cristo—, con todo y su apestoso aroma a incienso; tal vez, como el nombre del álbum sugiere, Sanders quiso exorcizarse del demonio del death metal por un momento; pero en definitiva, de acuerdo con el título de su placa anterior, es música para meditar, a medio camino entre la vigilia y el trance hipnótico. Ni por error se te ocurra ponerlo si te tienes que desvelar haciendo un trabajo urgente o debes manejar de noche en la carretera.

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